lunes, 7 de diciembre de 2009

Transpapelado

¡Hola, hola!

El otro día, viendo una adaptación a televisión de "La Gaviota", de Anton Chéjof, oí una curiosa frase que dijo este escritor: "Yo escribo para que la gente mire a sus vidas y se den cuenta de lo miserables y deprimentes que son". Qué hombre tan optimista.

Relato:



Una calle soleada de Rouen. Entre la multitud podemos ver a un curioso hombrecillo: Alain Perrineau, burócrata.
De mediana estatura, pasos rápidos y cortos. Viste calzado gris, pantalones grises, chaqueta gris, corbata gris claro, camisa gris, maletín gris oscuro. Lleva un recatado bigote (¿tengo que decir de qué color?) que mueve junto con su mandíbula, en un esfuerzo exagerado por mantener el control de sus pensamientos. Sus labios estirados en una medio sonrisa dicen "me encanta divertirme", mientras que sus ojos dormidos responden "me divierten las cosas monótonas y previsibles". En el centro de esos ojos (grises) las pupilas parecen invitarnos a entrar a los pensamientos de Alain.
Sería descortés rechazar la invitación de unas pupilas, entremos:

Debería recordar bien ese nombre, no quiero provocar un error en el censo. Damien du Mont... Damien du Mont, Damien du Mont, Damien du Mont. Oh mon Dieu! ¿Dónde va tan rápido ese chico? Casi me tira... los jóvenes cada día parecen estar más locos. Vaya, mira esa señorita... desde luego que tiene un buen aspecto. Qué alegrías nos trae la primavera... ¡Daniel du Mont! No debo olvidarlo...
¿Seguro que era Daniel? No... Daniel no... acababa en "en", podría jurarlo.
No había visto nunca este jardín tan exuberante, las magnolias están preciosa.
¡Fabien! Eso es, Fabien. Ya sabía yo que acababa en "en".
Vaya, estos zapatos son demasiado cálidos para un día como hoy.
Qué peinado tan estrambótico tiene esta mujer. Seguramente sea extranjera. Y qué ropa...
Fabien, Fabien, Fabien... no se me olvida.
Desde luego eso no es moda de Rouen ni de Francia, ¡qué peinado tan extraño!
Ah, empieza otro día de trabajo. Archivar, firmar y ordenar. ¡Archivar, firmar y ordenar!

-Bon jour, monsieur La Fleur!

Ah, mi viejecito. Qué haría yo si no me encontrara con este hombre todos los días.


Se sienta en la silla de su despacho y coge la pluma. Con caligrafía esmerada escribe "Fabien du Pont", deja la pluma y sonríe frente a otra jornada de fantástica burocracia.

Mañana, a eso de las tres, Damien du Mont recibirá una agradable sorpresa mientras que Fabien du Pont será conducido a la guillotina.



Fin del comunicado.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Un mal día.

Creé el blog con la idea de escribir humor y crítica, pero lo cierto es que se está convirtiendo en un blog de relatos cortos. Bueno, no está mal. Aquí va el siguiente:


La irritante voz de esa mujer repite la misma frase de todos los días. La misma jodida frase:

"Próxima parada: Diego de León. Correspondencia con líneas: cuatro y seis"

Ya lo sé, señorita. Sé perfectamente las correspondencias de Diego de León, haga el favor de callarse.
Salgo del vagón, abriéndome paso entre el gentío. Hay unos cuantos que vienen corriendo para no perder el tren. Necios. Hay uno cada dos minutos en este rango de horas y de estaciones, ¿no podéis esperar dos minutos?

Giro a la derecha. Doce escalones. Un pasillo a mi izquierda y otro al fondo. Avanzo, escaleras a la derecha. Doce escalones. Avanzo. A mi derecha, la vía para ir en dirección Alameda de Osuna. Al fondo, la mujer francesa bajita que canta incansablemente "Bésame, bésame mucho". Le dejo veinte céntimos. Siempre le dejo veinte céntimos, aunque no cambie de canción.
Giro a la izquierda. Un pasillo largo y monótono. Me percato de que hay alguien a mi lado con un aspecto curioso. Un señor con sombrero. Lleva una gabardina gris, y gafas redondas. Tendrá unos sesenta años y juraría que me mira. Le ignoro y llego al final del pasillo. Giro a la derecha una vez, y luego otra para bajar por las escaleras mecánicas.
Estos escalones no los tengo contados, ya los contaré cuando se estropeen las escaleras mecánicas.
Llego abajo y saco mi teléfono móvil para mirar la hora. Mierda, otra vez llego tarde. Una señora gorda y agitada, corre hacia el vagón moviendo los brazos y se choca conmigo. No tengo tiempo de decirle ningún improperio porque en su avance, similar al de un bulldozer rapidísimo, tira mi móvil al suelo.
Me agacho a recogerlo y al levantarme veo frente a mí al señor del sombrero. Le miro con un profundo odio que no consigo explicarme.

Miro a la izquierda, las puertas del vagón se cierran ante las narices del viejo del sombrero.

"Jódete" -pienso- "eso te pasa por llevar sombrero, tío raro".

Me siento en un banco, a la espera del próximo tren. El señor del sombrero me mira y se sienta en el banco contiguo. Parece ser que no le gusta estar sentado al lado de gente que no lleva sombrero. Maldito tío raro.

Saco de nuevo el móvil y abro uno de los juegos que uso para esperar al metro. Sin embargo hay algo que me intranquiliza. Vale, tengo un mal día, pero no es sólo eso. Juraría... que hay alguien mirándome. Se me clavan unos ojos en el costado.

Giro la vista con rapidez hacia el hombre con sombrero y está mirando a las vías. Claro, me he dado cuenta de que estaba mirándome y él se ha percatado, pero a mí no se me engaña tan fácilmente.
Le lanzo una mirada fulminante y vuelvo a mi juego.

Una voz en off, entre divina e infernal, dice con sorna:

"Debido a una incidencia en la línea, el próximo tren no admite viajeros".

Ahora llego tarde seguro. Intento relajarme y seguir con el juego.
¿A quién se le ocurre llevar sombrero en estos tiempos? ¿Quiere llamar la atención o sólo está un poco loco?
Reviento unas cuantas burbujitas, pero una grande cae sobre mí y me hace perder la partida. Esto me irrita más que de costumbre y guardo el móvil con odio. Cruzo una pierna sobre otra y miro alrededor.

Hay mucha gente, y nadie lleva sombrero menos el tío raro. Como tiene que ser.

PRÓXIMO TREN EN
4 MINUTOS

Doscientos cuarenta segundos. Empiezo a hacer una cuenta regresiva desde 240, es una mala costumbre.

El señor del sombrero se levanta y da un paseíto. ¿Qué pretende? Pasa por delante de mi banco y me dedica una mirada fugaz, yo le miro con odio infinito pero parece no darse cuenta.

PRÓXIMO TREN EN
3 MINUTOS

Ciento ochenta, ciento setenta y nueve, ciento setenta y ocho...
El viejo excéntrico se para justo en la línea visual que hay entre mis ojos y el cartel. Lo ha hecho a propósito.

Cada vez estoy más nervioso, no sé por qué. Odio tener un mal día, pero cuando me pasa no puedo evitarlo. Sigo mi cuenta regresiva con concentración excesiva, obsesionado. Paso la franja de los 120 segundos, y la de los 60. Sin embargo no tengo ninguna referencia para comprobar si estoy llevando bien la cuenta. Si sólo ese hombre repugnante se quitara del medio...

Vuelvo a mirar la hora. Ya es completamente imposible que llegue a tiempo.

El señor del sombrero se adelanta y me deja ver el cartel:

PRÓXIMO TREN VA A EFECTUAR
SU ENTRADA EN
LA ESTACIÓN.

El viejo excéntrico se adelanta casi hasta el borde de la vía. Qué imprudente, ¿acaso no ve la marca de seguridad en el suelo?

Como buen ciudadano que soy, castigo esta infracción de la forma más correcta.

El tren colosal avanza a gran velocidad. Me acerco al pobre desgraciado que ni se imagina lo que le espera. Noto el tacto suave y cálido de su gabardina y la fragilidad de su espalda anciana y empujo con todas mis fuerzas hacia la vía. Suelta apenas un gritito de sorpresa y su cuerpo se precipita a la franja. El conductor del tren muestra asombro y espanto cuando la parte frontal de su vehículo golpea con violencia al tipo del sombrero haciéndolo saltar, desmadejado, varios metros hacia delante.
Su sombrero vuela hasta mis pies con un toque de ironía.

Veo que mis compañeros de andén me miran asustados y furiosos. ¡Llevaba sombrero! ¿Es que no se dan cuenta?
Llevo la mano al bolsillo interior de mi chaqueta y sacó mi argumento más convincente: una Colt 45 con el cargador lleno de persuasión.

Hoy tengo un mal día, no tengo ganas de discutir. Apunto al que tiene más miedo.




Fin del comunicado.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

...Y los sueños, sueños son....

Otro relato. No sé nada de divorcios ni juicios, así que no me lo tengais en cuenta si he puesto alguna tontería.


En un túnel oscuro caminaba, sin saber dónde estaba la salida y dónde la entrada, en caso de que éstas existieran. La oscuridad era absoluta, al igual que el silencio. No oía ni sus propios pasos. Intentó hablar y dar palmas, pero no fue capaz de producir ningún sonido. No olía a nada, no hacía frío ni calor. Ni siquiera sentía su propio cuerpo. Ni cansancio, ni sed, ni hambre, ni ninguna de las sensaciones internas.
Empezó a dudar sobre el lugar en el que estaba. Creía que era un túnel pero nada había que confirmara su suposición. Empezó a dudar de que estuviera en algún lugar. Incluso empezó a dudar de su propia existencia. Lo único que era capaz de percibir eran sus pensamientos, sus recuerdos y sus deducciones.

El día anterior (aunque tampoco estaba seguro de que sólo hubiera pasado un día) había ido a dormir a su cama, como todos los días. Había tenido sueños extraños. En ellos aparecía su ex mujer con los ojos de su hermana y completamente calva. Susurraba algo que no era capaz de entender. Cuando se acercó a escuchar qué decía, notó que alguien apagaba la pantalla de su imaginación, y desde entonces había estado en ese supuesto túnel.

"Es curioso" -pensó- "lo claros que se oyen los propios pensamientos cuando es lo único que puedes oir".

Dos días antes había firmado el divorcio. El reparto había sido equitativo. Habían vendido la casa y dividido los beneficios entre ambos. Por suerte, ella era estéril y ninguno de los dos tenía el carnet de conducir, así que no pelearían por los niños ni por el coche.
La abogada de él era una mujer joven por fuera y anciana por dentro. Con apenas 25 años, recién acabada la carrera, era una mujer gris y cruel. Eso sí, eficiente. Carla (ése era su nombre) trabajaba en un buffet de abogados muy prestigioso, y era la trabajadora más joven. Pretendía demostrar que todas las pertenencias del matrimonio debía quedárselas el marido. Él se lo impidió, no era justo y su ex mujer no se lo merecía.
El abogado de ella era la cara opuesta de Carla. Fabián, 60 años, jovial y alegre, y un completo inútil para la abogacía. Si no hubiera sido porque él se negó, podría haberla dejado en la calle y sin un céntimo.

Su memoria retrocedió otro día, el día del juicio. Las acusaciones de los abogados habían sido crueles y absurdas y el juez parecía divertirse con el espectáculo. Él y ella se miraban fugazmente de vez en cuando, mostrando ambos una terrible incomprensión de todo lo que estaba pasando, preguntándose qué hacía esa gente hablando de una relación que no habían visto nunca, diciendo cosas en su nombre que ellos jamás habían pensado. Ambos se sentían un poco culpables, un poco tristes, un poco asustados y sí, también un poco enfadados.

Su memoria dio otro salto, algo más grande, al mes pasado. El día que se separaron. Él volvió a casa del trabajo y se encontró una nota en la nevera: "No podemos seguir así, tenemos que hablar". Cuando llegó ella a casa tuvieron una discusión fría y aburrida, tras la cual decidieron llevar caminos separados, cada uno el suyo. Él no sabía cuál era su camino, pero deseaba que ella conociera el suyo.

Recordó después el fin de semana anterior a su separación. Se habían escapado a un hotelito en la playa, para desconectar. Cuando llegaron a la habitación, él cogió una cerveza del minibar y se sentó en la cama a ver la televisión.
Ella deshizo las maletas sin pronunciar una palabra.

-Cariño -dijo cuando terminó- podríamos ir a dar una vuelta por el paseo marítimo.
-Estoy agotado... -respondió él- Sal tú si quieres, yo me quedo viendo la tele.

Ella le miró en silencio, inundada por una rabia fría.
Cuando él terminó la cerveza se levantó a por otra y se encontró a su mujer, mirándole fijamente.

-¿Qué? -preguntó él.
-¡¿Que?! -gritó ella- Llevas un mes trabajando sin parar, no recuerdo la última vez que pasamos tiempo juntos, y ahora nos vamos un fin de semana y te quedas en la habitación viendo la tele. ¿Y aún no sabes qué pasa?

Se giró indignada. Él se encogió de hombros.

-Estoy cansado, ¿qué quieres que haga?
-¡Te tomas un café y te tragas tu maldito cansancio!
-Si vas a empezar con tus histerias me voy a dormir...
-¡Oh! -ella se sentó en una silla y giró la cara para ocultar las lágrimas.

Pasaron cinco minutos en un silencio tenso.

-Mira, sé que no he estado muy pendiente de ti, pero...
-Pero ¿qué? -espetó ella.
-No es culpa tuya, es sólo que... últimamente nada me divierte demasiado. Es como si viviera por rutina, más que por voluntad.
-Es normal, ¿no? Hemos envejecido. Llega un momento en que el amor se enfría.
-Es la frase más deprimente que he oido en mi vida -dijo él- Eso no pasa en todos los matrimonios. Mi hermana...
-Tu hermana tiene tres hijos preciosos. Con tantos problemas yo también sé conservar la pasión.
-Si hubiéramos tenido hijos...

Ella se giró despacio para mirarle con rencor.

-Hijos... claro. ¡Si tu mujer no fuese una tierra yerma en la que no crece ni la hierba!
-No me has entendido.
-¡Que te jodan! -gritó ella, y se tiró llorando en la cama.

Él volvió a subir el volumen de la televisión y siguió bebiendo.
Al cabo de un rato ella levantó la cabeza de la almohada.

-¿Tú me sigues queriendo? -le preguntó con voz vacilante.

Él la miró largamente sin emoción en su rostro.

-¿Y tú a mí?

Los ojos de ella se clavaron en los de él, y viceversa, intuyendo el abismo infranqueable que se abría entre los dos.


Su entendimiento ya había calentado los músculos y dio un salto más grande, tres años atrás, el día de su boda.
Él estaba nervioso como un adolescente el día de su primera cita. Su madre no para de decir "que se me casa" y su padre le daba innumerables consejos sobre la vida en pareja. Él no escuchaba, sus pensamientos estaban centrados en su amada, la que desde ese día sería su esposa, hasta que la muerte les separara, por lo menos.
Ya en el altar la novia se hizo esperar, y tardaba. Ya habían acordado entre risas ese retraso, para darle "dramatismo" al momento. Cuando llegó, él se quedó asombrado. Su supersticiosa hermana le había prohibido ver el vestido de ella, y él se lo había imaginado mil veces. Sin embargo, vio que la realidad superaba todas sus expectativas. Ella estaba bellísima. El traje blanco (no podia ser de otra manera, decía su suegra) y un gracioso recogido que dejaba ver con toda claridad su piel suave y pálida, sus ojos color miel, sus pómulos rosados, su naricilla, sus labios finos y misteriosos, y esa peca que tenía en la frente, que ella odiaba y él adoraba.
Los votos fueron formales y típicos, nada había en ellos que no hubiera en los de todas las bodas. Pero en sus miradas había un verdadero juramento. Un juramento que duraría toda la eternidad y que sólo en tres años habían hecho añicos.
"Pero aunque lo hayamos roto" -pensó él- "en ese momento se hizo eterno".

Como si alguien manejara su memoria, recordó involuntariamente el día de su primer beso.
Era noche cerrada, ambos habían terminado los exámenes de fin de carrera y lo habían estado celebrando en un bar con sus compañeros. Él se emborrachó demasiado y ella lo acompañó a tomar el aire.
No recordaba muy bien qué había sucedido, sólo se acordaba de que habían acabado besándose.
Ella quería que el alcohol no borrara de la memoria de él lo que había pasado, así que sacó unas tijeritas de su bolso y se cortó un mechón de pelo, que él guardó como si fuera un tesoro.
Él intentó cortarse un mechón, pero tenía el pelo demasiado corto, así que se quitó un zapato y le pidió que lo guardara en su bolso. Ella, muera de risa, le obedeció. Y había guardado ese zapato hasta el fin de semana del hotelito en la playa, en el que lo tiró al mar.
Él había perdido el mechón de ella hacía mucho tiempo.

Su memoria no daba más de sí, así que se quedó sin pensar en nada un rato.
De pronto, alguien volvió a encender la pantalla de su imaginación.
Su ex mujer estaba de nuevo frente a él, seguía susurrando algo, pero volvía a tener pelo y sus ojos color miel. Se acercó y oyó lo que susuraba:

-Volvamos a intentarlo.


Se despertó lleno de júbilo. ¡Sí, eso no era sólo un sueño! ¡Era un mensaje!
Se querían, siempre se habían querido y no dejarían de hacerlo. Sólo había que corregir un par de cosas, estar más pendientes el uno del otro, tener un detalle de vez en cuando...
Aún era pronto, pero corrió a por el teléfono y la llamó. Tardó un rato en cogerlo.

-¿Sí? -sonó su voz, algo somnolienta- ¿Diga?
-¡Cásate conmigo otra vez! -exclamó él.

Se hizo un largo silencio, él volvió a tomar la palabra.

-¿Y bien?
-Claro que no... ¿te has vuelto loco? -dijo con fastidio- Nos acabamos de divorciar.

Él dejó el teléfono despacio y se quedó tumbado en la cama, mirando al techo.


A veces los sueños,por reales que parezcan, sólo son sueños.



Fin del comunicado.

sábado, 25 de julio de 2009

Querido diario...

Querido diario:

Hoy ha sido un día muy normal. Me he despertado con los primeros rayos de sol, como de costumbre. La ducha era tan agradable como siempre: aceites esenciales, mascarilla, gel depilatorio y agua calentita.

Cuando he salido y me he vestido, mi cariñito me tenía preparado el desayuno, ¡es tan mono!
Tostadas de pan integral con mantequilla sin grasa, café descafeinado con leche desnatada y sucedáneo de sacarina, ¡cómo me conoce!

Hemos estado hablando del futuro, como todos los días: cuando él ascienda en su empresa y yo consiga un trabajo estable nos casaremos y nos mudaremos a una casa más grande. Mis padres y los suyos están encantados con la idea, y quedan todos los primeros sábados de mes para conocerse más y hablar de lo contentos que están con nosotros.

Después del desayuno, Juanjo me ha llevado en coche al trabajo. Un día muy tranquilo, apenas he tenido que responder a veinte llamadas. A la hora de comer, Karina y yo hemos estado comentando la ropa de la boda de su prima, ¡iban todos ideales! Bueno, casi todos.

A la salida, Juanjo ha venido a buscarme. ¡Qué suerte que tengamos los mismos horarios y trabajemos tan cerca, así nunca estamos separados demasiado tiempo!

Al volver a casa, me ha estado contando no sé qué sobre una transacción muy importante, es maravilloso ver cómo habla de forma tan natural sobre un tema tan... elevado. Maneja a diario grandísimas sumas de dinero, ¡y no se le nota nada! ¡Parece una persona muy normal!

Cenita, película, y a la cama. Sólo me he despertado para escribir mi página diaria, que se me había olvidado.

Estoy tan tranquila... parece que mi vida ya está asentada, que pasaré todos los días de mi vida con alguien tan obsequioso como Juanjo, una vida sin sobresaltos, con un trabajo tranquilo, con mi familia rebosante de felicidad por lo bien que les he salido...



Por todo eso, he decidido vaciar todo el frasco de pastillas de la cocina y suicidarme.





Fin del comunicado.

viernes, 5 de junio de 2009

Ich bin nicht tot!

¡Otra actualización! ¡Estamos que lo tiramos!

Hace poco oí hablar de los microrrelatos: relatos cortísimos, por lo general de alrededor de 100 palabras. Por lo visto, la mayoría de los concursos de relatos cortos son de ese tipo (supongo que el jurado es demasiado vago como para leer algo más largo), y me apetecía probar. Curiosamente, lo hice sin contar las palabras y me salieron exactamente 100.
El título en alemán de la entrada es por una canción de Lacrimosa.

Ahí fuera suenan gritos, sirenas, piedras y fuego. Aquí dentro todo es silencio. Ahí hay movimiento y preocupación, aquí, calma y dolor. A veces veo la luz lejana, la de ahí fuera. Aquí sólo hay oscuridad. Por encima tengo un peso infinito, por debajo no lo sé. Ni siquiera sé bien si eso es arriba y esto abajo, ¿acaso importa? Quiero salir, pero no sé si quererlo servirá de algo. Me parece oírla llorar, no quiero que llore. Aquí dentro no lloraría. Intento gritar, pero creo que no tengo pulmones. Intento decirle: “¡Estoy aquí, entre los escombros! ¡No estoy muerto!”.

Fin del comunicado.

sábado, 30 de mayo de 2009

El Movimiento, la Quietud, y lo Otro

Estoy de exámenes y debería estar estudiando, pero como necesito desconectar un poco aquí va un relato.
Aclaración: Es completamente anti-histórico. Le puse un ambiente de "Rusia a principios del siglo XX" por razones puramente románticas, la única relación entre esa época y el relato es meramente estética.

Un copo de nieve le cayó en la nariz y la despertó. Masha Andréyevna estaba tirada en el suelo frío de un cementerio, con la cara ensangrentada a causa de un puñetazp y los pulmones ardiendo por el aire gélido. Habían arrasado su pueblo. Esas huestes berreantes con llamas en los ojos y muerte en las azadas.

Todo había sido muy rápido...
Estaba tomando samovar con su padre y su prometido, Piotr Ivánovich, en su casa.
Estaban sentados cerca de la ventana, al calor del fuego.
Piotr era tan hermoso y lo quería tanto... quizá un poco mayor para ella, pero eso no importaba. Siempre tenía una palabra dulce en la boca y una caricia cariñosa cuando hacía falta. Su anciano padre estaba pletórico, Masha nunca lo había visto sonreir así desde que murió su madre, a causa de una fiebre voraz e inesperada. Piotr le contaba al señor Andréi alguna anécdota insustancial. Sobre algún cliente, las extravagantes modas que llegaban a Moscú, o algún otro asunto, pero a Masha no le interesaba lo que dijera, le bastaba con el sonido de su voz. Miraba su jardín tras las ventanas, viendo como la nieve cubría ya la tierra con un halo de serenidad, y un cuervo se sacudía la humedad y buscaba refugio.

-¡Oh, Piotr, deja de contar historias aburridas! -dijo con una risita.
-Masha, querida, tu señor padre disfruta con mis anécdotas.
El anciano soltó una carcajada.
-¡Tal vez disfrutar sea un poco exagerado!

Los tres rieron alegremente, y a las tres risas humanas se juntó una risa más artificial, el sonido del cristal al romperse. La risa del anciano se detuvo en seco cuando la azada que había atravesado la ventana se le hundió en el cráneo.
Piotr y Masha se congelaron de estupor, junto con la risa que parecía volverse en su contra, a unos centímetros de sus caras. Luego, sin previo aviso, todo se aceleró y Masha no pudo distinguir qué había sucedido antes y qué después. Unos hombres salvajes entraron en su casa destruyendo todo a su paso, Piotr gritó, Masha lloró y Andréi permaneció mudo. El mundo se destruyó en mil pedazos, y una mole en forma de puño se estrelló contra la cara de Masha, anegando de sangre su vista y de dolor el resto de sus sentidos.
Cuando recobró el conocimiento, estaba tirada fuera de su casa. Su pueblo natal ardía: sus recuerdos, su familia, sus bienes... todo entregado al fuego devorador.
Su amado se debatía con un palo contra cuatro hombres armados.

-¡Huye! - le gritó.
-¡Piotr! -aulló ella, presa del dolor más insufrible.
-¡Vete, yo estaré bien!

Cuando Masha lloró, las lágrimas se mezclaron con la sangre y con sus heridas, provocándole escozor. Corrió lo más rápido que puedo, rezando en susurros por el bien de Piotr y el alma de su padre. No se atrevió a mirar atrás. El mundo se derrumbaba a su alrededor y oía el crepitar de las llamas, los gritos de los moribundos y los alaridos de los salvajes, en un idioma irreconocible. Ella misma comenzó a gritar para no oir como todo se resquebrajaba.
Tropezó y cayó. Mientras se levantaba miró a su alrededor. ¡Oh, Dios mío! ¡Había ido a parar al camposanto del pueblo!
Se encontró de frente con uno de los salvajes, enorme y furibundo. Balbuceó algo en su extraña lengua y la golpeó. Ella cayó de nuevo, y cuando tocó el suelo siguió cayendo... cayendo... cayendo...

El recuerdo de lo ocurrido llegó de golpe a su mente y no fue capaz de soportarlo. Sintió tentaciones de dejarse morir, tendida sobre la nieve fría que calmaba levemente su dolor. Si dejaba que la nieve la enterrara, ya no dolería. Todo sería frío, y al frío lo conocía desde hacía tiempo.

Una parte recóndita de su mente se negó en rotundo a rentirse y se levantó, tal vez quedaran supervivientes. Dio unos pasos vacilantes y vio a lo lejos una figura humana. No parecía uno de los salvajes, y reunió las fuerzas que le quedaban para echar a correr. Según se acercaba, reconoció a su padre con la cabeza vendada.

-¡Padre! -se echó a sus brazos- ¡Pensé que habías muerto!
-¡Hija, hija mía! -la abrazó con dulzura- El médico me vendó la cabeza, no es grave. Piotr también está aquí.
Su prometido salió de una casa y se acercó a ella, sólo con una leve cojera.
-¡Piotr! -se soltó de su padre y fue a besar la mejilla de su prometido.
-¡Masha! -su voz denotaba amor y alegría- ¡Bendito sea Dios, todo ha pasado!
Masha Andréyevna siguió besando la mejilla de Piotr, deteniendo el tiempo. No había pasado nada grave... su padre y su prometido seguían vivos, y probablemente muchos de sus vecinos y amigos. Reconstruirían sus hogares, entre todos podrían hacerlo. A no tardar, volvería a los largos paseos por el jardín con Piotr, a tomar samovar cerca del fuego, a soñar con el futuro...


Masha despertó y vio que la calle del pueblo era una fosa común, que la cabeza de su padre no estaba vendada, y que el rostro que besaba pertenecía al cadáver de su amado.
Apenas sin sentir nada, Masha dejó de respirar voluntariamente mientras la tierra que echaban desde arriba le impedía ver.


¿Demasiado gore?
Dejo un vídeo del Concierto no.3 de Rachmaninoff interpretado por Valdimir Horowitz. Es bastante largo, pero si tenéis tiempo para verlo, hacedlo. Es una de las cosas más bellas que escucharéis jamás:


Fin del comunicado.

lunes, 4 de mayo de 2009

Reivindicación Lingüístca (2 y Final)

Cuando hice la primera parte de esto pensé que la segunda sería divertida. Bueno, no lo es, pero tampoco daña la salud, así que...

Me fascina la originalidad del castellano para designar las habitaciones de una casa. Cuarto de baño está bien. Dormitorio también, es conciso y correcto. Cocina, en cambio, es un término perturbador y confuso.
Pero la maravilla no está aquí, si no en las salas. Me imagino a los primeros hispano-parlantes cuando se compraron su piso:

-Cariño... esta sala es pequeña, ¿cómo la llamamos?
-¿Qué tal "salita"?
-Me gusta. ¿Y a esta otra que es grande?
-Hum... ¿"salón"?
-¡Maravilloso! ¿Cómo se te pudo ocurrir tal despliegue de creatividad y belleza?
-Ya me conoces.
-Pero tenemos otra sala. No es ni pequeña ni grande, pero parece confortable.
-Pues "sala de estar".
-Cada día me sorprendes más.

Si queréis saber el final de la historia, la mujer se divorció y se casó con un señor que estaba creando un dialecto, pero a lo que vamos...
"Sala de estar". Una sala... en la que se está. Great. ¿Las demás salas son las de no-estar? ¿O las salas de ser?
Claro, que peor es en inglés. Imagino que todas las salas que no sean "living rooms" serán "dying rooms", qué tétrico.

Y ahora, la clasificación de los idiomas según mi muy-peculiar-y-particular-opinión. Que no se ofendan los francófilos:

Inglés: Idioma infinitamente práctico. Muy flexible, un vocabulario inmenso, palabras cortas que dicen muchas cosas y mucha facilidad para crear palabras nuevas sin que suene raro. Sobre los grandes autores de esta lengua está todo dicho: Shakespeare, Poe, Wilde, Poe, Shakespeare, Shakespeare, Poe... hay otros, pero ¿para qué quieres más?. Además es una lengua fácil de aprender una vez le coges el ritmo.
Overall rating (¿veis?): 8.5/10

Español:Un idioma muy bonito, lo reconozco. Tiene una sonoridad rotunda y especial, se escribe tal y como se pronuncia (con excepciones, pero pocas) y admite muchísimas variaciones a la hora de crear frases (y muchísimas variaciones admite.../y a la hora de crear frases admite... creo que queda claro). Las desventajas: un vocabulario basante limitado y las flexiones de los verbos son complicadas. También hay que darle muchas vueltas para decir según que cosas. Grandes autores: Quevedo, Buero Vallejo, Calderón, entre muchos otros (no, ME NIEGO a poner a Cervantes). Es un poco absurdo poner esto, porque todos los que lo lean ya saben español...
Overall rating: 6/10

Francés: Ag. ¿Qué se puede decir de un idioma que para decir 99 usa la palabra "quatre-vingts dix neuf"? (Cuatro veintes diez y nueve). Da muchísimas vueltas para cualquier expresión. ("Qu'est-ce que c'est?"="¿Qué es eso que eso es?", simplemente absurdo e irritante). Sobre el sonido, podría ser bonito si murieran todos los pedantes franceses. Este idioma tiene la peculiaridad de poder pasar de bonito a irritante con una mínima inflexión. Parece que los que lo hablan estuvieran acatarrados. Sin embargo... hay algún autor que salva a este idioma de caer en la completa ignominia: Baudelaire, uno de los mejores poetas desde mi punto de vista, y Maupassant, un maestro en contar una historia aterradora disfrazada de una situación inocente y cotidiana. Hay más, pero creo que esos dos son los mejores (muchos no estarán de acuerdo conmigo, pero oye... esto es MI opinión xD). Sobre aprenderlo, para un hispano-parlante no es difícil. Tiene muchas expresiones parecidas. Eso sí, tendrás que sufrir las conjugaciones verbales extrañas y los círculos infinitos de palabras que no significan nada.
Overall rating: 3.5/10. Y soy generoso.

Alemán: La panacea. Este idioma es simplemente genial. Tiene DOS palabras para casi todos los conceptos: una germana, la otra latina. Sus artículos posesivos indican género, número y persona del poseedor, y género, número y caso de lo poseido. Tiene muchos sinónimos para las palabras, cada uno con matices muy distintos. Su sonoridad a algunos les resulta desagradable, pero es porque han visto demasiadas películas sobre nazis. El alemán puede ser el idioma más dulce dell mundo, y si no te gusta una pronunciación concreta, hay otra, porque es un idioma muy flexible en sus reglas. Es el único idioma que conozco que tiene reglas para creación de palabras, es decir, que si la que buscas no existe ¡puedes crear otra! Es el idioma de la Razón de todos los que existen actualmente, y por eso no es extraño que el 95% de los filósofos post-griegos sean alemanes.
Aun así, también tiene sus desventajas: aprenderlo es un dolor. Tiene un vocabulario extensísimo, es relativamente rígido con las construcciones, y tiene declinaciones y conjugaciones de lo más complicadas, pero merece la pena.
Overall rating: 9.5/10

Todavía busco el idioma 10/10, y sospecho que será el griego clásico. Éste, el latín y el italiano aún no los conozco lo suficiente como para darles una calificación, pero todo llegará.

Ah, y como sé lo aburrida que es esta entrada, voy a poner un vídeo bastante gracioso de Les Luthiers como premio a los que habéis leido la entrada entera xD:



Fin del comunicado.

jueves, 30 de abril de 2009

El Tiempo no Perdona (3)

Como imagino que estais aún más hartos de las excusas por los retrasos al actualizar que de los retrasos en sí, me ahorro esa parte.
Tercer capítulo de "El Tiempo no perdona" y presentación del segundo personaje.

Berlin, 20 de Abril de 1999

Franz Habermaas deambulaba sin rumbo por la atestada Alexander Platz. Ya había llegado la primavera, pero un viento frío cruel soplaba, revolviéndole los cabellos y provocándole escozor en los ojos. Se encogió en su gabardina y agachó la cabeza, en un intento futil de protegerse. Mirando al suelo, chocó con una turista inglesa que se deshizo en disculpas con un alemán chapurreado. Franz, a su vez, le respondió en inglés gutural que la culpa había sido suya. Levantó la vista un segundo y vio que los ojos de la mujer, que ya había entrado en la cuarentena, mostraban signos de lágrimas recientes. Franz estuvo tentado de preguntarle qué le pasaba, pero la multitud se la llevó y a él se le olvidaron rápido sus ojos tristes.
Miró al cielo unos instantes. Pocas nubes, y un sol acobardado que parecía no tener fuerzas para calentar nada. Una ráfaga de viento aún más fuerte se llevó su sombrero. Franz pensó en recobrarlo, pero lo cierto es que nunca le había gustado ese sombrero, le hacía parecer mayor. Su mujer se pondría hecha una furia cuando supiera que había perdido el sombrero, era un regalo de su hermana. Alguna mentira se le ocurriría para explicar la pérdida, siempre se le había dado bien mentir.
"La capacidad de mentir..." -pensó Franz- "la cualidad más capaz de hacer que la gente te quiera, y casi la única de la que no puedes presumir".
Rió en voz baja y volvió a bajar la cabeza para evitar el viento. Buscó un banco vació y se sentó. Miró el reloj... aún era demasiado pronto para volver a casa, no tenía energía suficiente como para aguantar a su mujer durante el resto de tarde.
"Me entretuve con un cliente, cariño" -le decía siempre- "Mañana intentaré llegar a comer, pero no me esperes".
Sacó un cigarro y lo encendió a duras penas, el viento complicaba la tarea. Aspiró tan profundamente que acabó tosiendo con fuerza. La garganta le ardía, notaba el cansancio de sus pulmones, pero esas sensaciones le hacían olvidarse un poco de otro dolor sordo, un dolor que se negaba a aceptar.
Cuando el cigarro estaba casi consumido, sacó una libreta del bolsillo interior de su gabardina. Suspiró y miró al cielo de nuevo, intentando pensar algo en lo que escribir. Al mover la vista, encontró frente a sí, a unos metros de distancia, a la inglesa melancólica con la que se había chocado. Ella también sostenía un cuadernito y escribía algo con ferocidad. Franz se quedó observándola unos minutos, intentando entrar en su burbuja, intentando adivinar qué estaba escribiendo esa misteriosa extranjera, en qué pensaba. Su imagen le devolvió la inspiración que hacía tiempo que no encontraba, y con rapidez buscó su pluma.
Buscó en los bolsillos de la gabardina. Luego en los bolsillos interiores. Luego en los bolsillos del pantalón. Volvió a buscar en la gabardina. Nada, debía haberla perdido. Otra poesía que nunca llegaría a escribir...
Volvió a mirar al banco en el que se sentaba su inglesa, pero ya estaba vacío. En ese momento, se palpó la cabeza y echó de menos su sombrero. Su mujer lo mataría si no lo llevaba puesto...
Pasó el resto de la tarde buscando su sombrero en la plaza y no lo encontró.
"Fantástico..." pensó con fastidio. Pero bueno, ése era un sombrero muy común, no sería difícil buscar otro.
Pasó por una tienda de sombreros y encontró uno en tonos más oscuros, pero muy parecido al que le regaló su cuñada. Era barato, así que lo compró. No era tan cómodo como el otro, pero así su mujer no se daría cuenta.

Estaba anocheciendo y cogió el tranvía de vuelta a su casa. Al entrar, su mujer lo saludó con su luz de siempre. A sus casi cincuenta años estaba tan radiante y maravillosa como cuando se casaron, incluso un poco más.
-Hola, Franz -dijo con dulzura y le besó en los labios.
-Me entretuve con un cliente, cariño -dijo Franz tras el beso- Mañana intentaré llegar a comer, pero no me esperes.
Ella rió y le acarició la mejilla lampiña.
-Está hecha la cena, son boulettes.
-Bien... ¿tú ya has cenado? -colgó el sombrero impostor y la gabardina en el perchero.
-No, prefería esperarte -sonrió.
-Gracias...

Después de cenar, Franz se quedó solo en el salón con la luz casi apagada, mirando su sombrero falso y sintiéndose el peor de los infieles.

Fin del comunicado.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Reivindicación lingüística

Escasez de ideas, que se ve reflejada en la escasez de entradas. Tendréis que perdonarme.

Querría reivindicar el valor de dos de las palabras más hermosas en nuestro (no-demasiado-valioso) idioma.

La primera es "amante". Esta palabra se usa como algo sucio, que implica una infidelidad. La persona con la que se acuesta un esposo a escondidas de su esposa (o vice-versa). Y es simplemente ESO: con la que se acuesta. No es sólo que se reduzca el bellísimo concepto del amor al sexo, que ya está mal, es que además implica un engaño a otra persona. Amante significa "el que ama". Si ahora significa "el señor con el que Juana le pone los cuernos a Juan" es por el puritanismo de esta sociedad fría y miserable que considera que el amor nunca culmina en compromiso, que el amor es calenturiento, desenfrenado e insensato. Si usamos de manera tan perversa la palabra "amante" es porque hemos aplastado a Platón bajo una tonelada de programas del corazón.
Yo he caído también en el imperdonable acto de devaluar un término tan bello, pero no volveré a hacerlo. Y os pido a vosotros que tampoco lo hagáis, y que cuando os enamoréis os llaméis a vosotros mismos "amantes", y cuando las señoras que pasen al lado os miren con desprecio, las miréis con el orgullo del que sabe qué dice.

La segunda palabra es parecida: "amable". Es menos flagrante lo que ha pasado con esta palabra, porque no se la ha pervertido, sólo se ha reducido su valor.
Cuando alguien te pide la hora y se la dices, a menudo te responde "muy amable". Lo que se traduce en: "es usted muy capaz de ser amado". ¿Qué coño sabe de mi nivel de amabilidad por que le diga la hora? Una persona amable tiene que ser buena, sabia, y poseer ese tipo de cualidades, al menos por encima del grado en que las posee el que ama. Por decirle la hora a alguien no puede saber si soy "amable" para él o no. Se toma esa palabra, capacidad para ser amado, como un concepto social convencional equivalente a "educado", cuando realmente la amabilidad es la mejor cualidad que puede poseer una persona.

La próxima entrada será un consejo para los que quieran aprender un nuevo idioma, dando mi opinión personal sobre el valor de los idiomas que conozco en distintos aspectos. El resumen es: no estudies francés.

¿Por qué de repente me centro en los idiomas? Citando una famosa frase de Jesucristo: I'm feeling filologist, buddy.

Fin del comunicado.

martes, 10 de marzo de 2009

El tiempo no perdona (2)

Segundo (micro)capítulo de esta (micro)novela. Espero que os guste.



New York, February 2nd, 1979


Lillian también se despertó temprano esa mañana, tenía mucha, mucha prisa. Tomó dos cafés solubles en tazas distintas, para no perder tiempo calentando la leche y se duchó con agua fría, ya que tardaba demasiado en calentarse.
Salió corriendo de su casa y llamó al ascensor.
"¡Vamos, vamos, vamos!" le gritó, pero el ascensor la ignoró completamente mostrando una descortesía muy impropia de un ascensor. Así que tuvo que bajar corriendo las escaleras de los ocho pisos de su edificio. En el último tramo se tropezó, y no cayó al suelo gracias al solícito portero, que la sostuvo con facilidad cuando la vio.

-Gracias, Robinson- dijo ella.
-De nada seño...

Lillian no llegó a escuchar el final de la frase y siguió corriendo a la puerta de su edificio. Al salir a la calle llovía y hacía frío, pero ella compitió con las gotas corriendo rápidamente hasta la parada del autobús, que la llevaría al nderground, que la llevaría a otro underground, donde tendría que coger otro autobús que la llevaría (por fin) a su maravilloso trabajo de camarera en un Starbucks recién abierto.
A la salida del segundo underground vio un cartel que llamó poderosamente su atención: "The importance of being Ernest". ¡Le encantaba esa obra! Desgraciadamente nunca había tenido la oportunidad de verla representada. El tiempo se detuvo cuando ella paró a mirar el cartel. No conocía a los actores ni a la compañía, pero el director tenía muy buena fama. Sería genial poder ir a verla... desde que empezó a trabajar no había tenido ni un momento para ir al teatro. Cogió un bolígrafo para apuntar la dirección del teatro, pero la multitud la arrastró y le recordó que llegaba tarde a trabajar.
Por suerte, no tuvo tiempo de lamentarse por ello pues desde la hora de entrada hasta el principio de la tarde no tuvo más que diez minutos libres, que empleó en comer algo para no desfallecer. El local estaba especialmente atestado de clientes, y todos con nombres aburridos que le quitaban toda posibilidad de usar algo de creatividad al escribirlos en los vasos.
Cuando salió de trabajar, agotada y aburrida, ni se fijó en el cartel de su obra de teatro volviendo a casa.

Cuando llegó al portal, Robinson la saludó con su sonrisa perfecta.

-Buenas tardes, señorita.
-Buenas tardes Robinson -Lillian sonrió, cansada.
-Debería tener más cuidado cuando baja las escaleras. Es más rápido intentar bajarlas todas de golpe, pero mucho más peligroso.

Lillian rió. Robinson era la única persona que la hacía reir a lo largo de su día. Era un chico simpático, y aunque no era demasiado guapo, a ella le parecía que su sonrisa eterna y sus ojillos traviesos eran más sinceros y bellos que la mayoría de los que había visto nunca. Tendría aproximadamente su edad, veinticinco años, pero él parecía más joven. Lillian estaba siempre tan cansada que aparentaba ser mucho mayor.
En estas reflexiones se encontraba la chica cuando se percató de que llevaba tres minutos callada mirando a Robinson.

-¿Se encuentra bien, señorita?
-Sí, sí... sólo estoy cansada -llamó al ascensor, que con su carácter impertinente llegó demasiado pronto- Hasta luego.
-Hasta luego, señorita.

"Cómo odio a este maldito ascensor", pensó Lillian.
Cuando entró en casa, miró con avidez el libro de "Italian poetry" que llevaba meses intentando leer, pero su jornada laboral estaba lejos de acabar. Últimamente enviaba un artículo diario (mal llamado "de opinión") a un periodicucho. Al principio el trabajo la entusiasmaba, pero pronto se dio cuenta de que en el periódico no pedían que diera su opinión, sino que transmitiera la del redactor jefe. Después de que le rechazaran muchos artículos, decidió someterse a la dura mano del "criterio editorial", así que su trabajo las últimas semanas había sido coger una noticia del día anterior y ponerle un par de notas que parecieran transgresoras y, en realidad, fuera lo mismo con otras palabras. Se sentó frente a su máquina de escribir y pasó horas pensando sobre qué escribir.
Cuando quiso darse cuenta, eran las 7 p.m. y la redacción del periódico cerraba a las 8. No tenía escrita ni media columna, así que lo culminó con varios tópicos. Con un poco de suerte, los lectores no se daban cuenta de que ya los había usado la semana pasada en un tema radicalmente distinto. Cogió su anodina hoja y salió de su casa a toda prisa. Apenas saludó a Robinson, por la tarde "sólo" tenía que coger tres autobuses. En el trayecto, vio de nuevo el cartel de "The importance of being Ernest" y le dio tiempo de apuntar el número de teléfono. Sonriente, llegó a la redacción y entregó su artículo.

De vuelta a su casa pensó que no quería ir sola al teatro. Tal vez Robinson quisiera acompañarla... sería una oportunidad perfecta para conocerlo mejor. Además, tenía entendido que a Robinson le gustaba Wilde, o algo así recordaba de una conversación pasada.
Decidido, iría con el portero al teatro.
Cuando llegó a su portal, se dio cuenta de que la jornada de Robinson ya había terminado.
"No pasa nada... mañana por la mañana se lo propongo".

Al día siguiente, su despertador no sonó y ella llevaba demasiada prisa como para decirle nada al portero. Otro día de trabajo la fatigó sobremanera, y se olvidó por completo de sus planes.

Pasadas dos semanas, poco después de comer, abrió un cajón de su mesilla de noche y se encontró el papelito en el que había apuntado el número del teatro. Ansiosa, llamó.

-Teatro "The fourth wall", ¿dígame?
-¡Hola! Quería encargar una... no, dos entradas, para "The importance of being Ernest".
-Lo lamento mucho. Se han acabado las entradas para todos los pases.
-Pero... ¿no queda ninguna entrada? -Lillian tragó saliva y se atragantó.
-No, lo siento.
-Vale... muchas gracias... -la muchacha colgó.

Se levantó, pálida y rígida, y fue al salón. Una vez ahí se tiró al suelo, demasiado cansada para pensar, demasiado triste para llorar.


Fin del comunicado.

lunes, 9 de marzo de 2009

Perí Mousiké

¡Buenas!

Aquí traigo unas reflexiones sobre la Música. Tengo la intención de buscar una relación entre Ética y Estética, y con eso y estas reflexiones, escribir algo sobre Ética. De momento, simplemente un par de cositas sobre armonía.

Una nota por sí sola no es bella, alegre ni triste. Si tocas Do, es un tono sin más. Si al cabo de un rato tocas Mi, más de lo mismo. Sin embargo, si tocas Do-Mi-Sol simultáneamente o en sucesión rápida, se aprecia armonía y una cierta belleza (simplísima). Estas tres notas juntas suenan alegres, en cierto modo. Si probamos a bajar el Mi en un insignificante semitono, se esfuma el carácter alegre de las notas y suena triste. Do-Mi-Sol es alegre, Do-Mib-Sol es triste.

En una sucesión más larga de notas: Do-Mi-Sol-Mi-Do. Es alegre. Poniendo bémoles en los dos Mi es triste. Poniendo bémol en uno solo de los Mi es inarmónico y suena feo.
Lo que suena "alegre" se llaman "tonalidades mayores" y lo que suena "triste", "tonalidades menores". En una pieza alegre, subiendo un semitono a unas poquitas notas se vuelve triste, y viceversa.

¿A dónde quiere llegar Feldkhon con todas estas chorradas?, os preguntaréis. Bien, cuando encuentre la relación entre Ética y Estética (que la hay, estoy convencido), comprobaré muchas de las cosas que sospecho. A saber: que un acto en sí no es ni bueno ni malo, sino que depende de su objetivo y su causa (la nota que va antes y la que va después, según la metáfora musical). Que un pequeño cambio en una sucesión de acciones cambia completamente el carácter, tanto de alegría a tristeza como de bueno (bello) a malo (feo). Y que en ambas disciplinas hay cosas inmutables, indiferentes de toda influencia cultural.

Por otra parte, sobre mi anterior artículo demostraría que causas muy parecidas, como el Humor y el Terror, pueden tener consecuencias contrarias basándose en diferencias minúsculas, sólo perceptibles por su efecto y no por su esencia.

Ah, sí, ésta es otra de esas entradas de relleno mientras preparo algo serio. Me siento mal si estoy tanto tiempo sin actualizar.
Sé que tengo comentarios sin responder, pero los responderé cuanto antes.

Un abrazo y dos patadas.

Fin del comunicado.

jueves, 5 de marzo de 2009

Humor y Terror: ¿dos caras de la misma moneda?

Hallo, meine Freunde!

¿Por qué escribe esto Feldkhon en alemán? ¿Es ahora un pedante que finge ser políglota? ¿Está emocionado porque estudia alemán y se cree que ya sabe algo? ¿Se ha vuelto (más) loco? ¡No! Escribo en alemán por referencia a Freud, que era alemán, y porque la palabra "Freund" se parece mucho a "Freud". ¿Y por qué Freud? Porque voy a escribir otro artículo pseudo-psicológico. ¿Y será basado en la psicología Freudiana? ¡No, pero así me sirve para hacer una introducción!
¿Veis como todo puede tener una explicación absurda si buscamos lo suficiente, queridos lectores?
Aunque, para inmenso deleite, jolgorio y algarabía (me encantan estas palabras) de mis (4) lectores, esta entrada tendrá mucho más de pseudo-filosofía que de pseudo-psicología.

¿Qué es el humor? ¿Por qué algo nos hace gracia? Repasemos los chistes más básicos: "Van dos en una moto y se cae el del medio por la ventanilla". Dudo mucho que a estas alturas le haga gracia a alguien este chiste, sin embargo ha resultado muy gracioso para algunos que lo hemos oido por primera vez siendo pequeños. ¿Por qué algo tan tonto puede ser gracioso? Si hay dos, no puede haber uno en el medio: primera ruptura con los cánones de la Realidad. Si es una moto, no hay ventanilla: segunda ruptura. Este chiste es gracioso porque es raro, ocurre algo que no es lo que debería ocurrir según nuestras experiencias anteriores y nuestra razón. Pues bien, mi hipótesis es que TODO el humor se basa en este principio: la extrañeza.
Vayamos a un chiste más "elaborado", del repertorio de nuestros maravillosos Luthiers (si alguien no los conoce, ¡buscadlos en Youtube! ¡YA!). En su "Concierto para piano y orquesta", Carlos Núñez Cortés está al piano. Comienza a sonar armoniosamente la orquesta, y en el momento de la entrada del piano, Carlos toca unos intensos acordes hacia arriba. Es decir, no toca en el piano sino que da la vuelta a las manos y toca el aire que hay por encima de las teclas. Esto ocurre porque tiene la partitura al revés. Cualquiera que haya visto este vídeo seguramente se haya reido a carcajadas en esta parte. ¿Por qué? Esto es lo que yo opino: La belleza de lo que toca la orquesta antes que él es una estructura muy armónica, creando un "ambiente" de estructura clásica, en la que todo debería sonar a la perfección. Los que hemos visto muchos espectáculos de Les Luthiers, nos imaginamos que lo que va a pasar es que va a tocar las notas equivocadas (al estar la partitura al revés, unas notas parecerían las contrarias) o que va a tocar fuera del teclado porque ve notas demasiado agudas. Esto ya nos habría parecido gracioso, pero ocurre algo absolutamente inesperado: toca hacia arriba. No cabe en la mente de ningún pianista (o simplemente, de cualquier persona que sepa lo que es un piano) que una partitura pueda indicar que hay que tocar hacia arriba. No es simplemente algo distinto a lo que se espera, es algo inconcebible, incréíblemente absurdo. Yo creo que por eso es tan gracioso. Sin embargo, no le haría ninguna gracia a alguien que no sepa lo que es un piano, pues no tiene ningún esquema mental al respecto.
Por último, un ejemplo mucho más básico: ¿Por qué nos produce cierta gracia cuando alguien se tropieza? No creo que sea por sadismo (espero que no lo sea). Lo normal es que las personas estén andando en vertical, pero cuando alguien se tropieza... ¡de repente está en horizontal! No es algo especialmente gracioso porque hemos visto muy a menudo a gente tropezándose y sabemos cómo pasa eso, sin embargo creo que todo el mundo siente una cierta hilaridad cuando ve a alguien tropezarse, porque no es lo que debería pasar. Sin embargo... cuando vemos que una caida es demasiado aparatosa, no nos reímos, sino que nos preocupamos y nos entra miedo por lo que le pueda haber pasado a esa persona. Esto puede (no estoy completamente seguro) conectar con mi segunda hipótesis.
Así que por todo esto, creo que el humor es simplemente salirse del esquema esperado. Por eso, el chiste de mi querido Buey Tonto "un árbol en una casa", aunque sólo podía hacerle gracia a un niño (un niño especialmente inocente, de hecho) toca el principio más básico del Humor.

Vayamos ahora con el Terror. No hablo del miedo cuando, por ejemplo, se corre un peligro. No estoy convencido de que sea distinto al Terror, pero como ahí se juntan asuntos como el instinto de supervivencia, prefiero no tratarlo.
Me refiero al Terror que, por ejemplo, se trata en el arte, o el que se siente cuando la propia integridad no está directamente amenazada. Se ha dicho muy a menudo que "se teme lo que se desconoce"... yo no conozco el swahili, y no me aterroriza oir hablar en ese idioma.
Pondré unos ejemplos de terror en el cine: En "El Exorcista", por ejemplo, la poseída demuestra don de lenguas y habla muy rápido en un idioma desconocido (a ver si me estoy equivocando de película xD). Alguien que hable muy rápido un idioma que no conozcas no da miedo, pero la habilidad de hablar TAN rápido es inalcanzable en un momento, así como el conocimiento de ese idioma. Eso asusta. Por otra parte, cuando gira la cabeza y le da varias vueltas, da miedo por lo raro.

Por eso, creo yo que del Humor al Terror hay un paso. Mirad este cuadro de Magritte: http://www.lems.brown.edu/vision/people/leymarie/Images/Paintings/Magritte_pomme.jpg
Es un señor con una manzana en la cara. En cierta manera es gracioso, pero por otra parte proporciona un sentimiento de intranquilidad.
Poniendo un ejemplo estúpido: Imaginad que entráis en casa, como todos los días, vais a vuestra habitación y os encontráis con que hay un CULO en la pared (lo pongo en mayúsculas para que la gente que busque culos y tetas por Internet llegue al blog :P). Sé que parece absurdo, pero intentad imaginarlo. ¿Os darían ganas de reir u os asustaríais? Probablemente no sabríais cuál de las dos cosas hacer. Sin embargo, poneos en la situación de que de vez en cuando aparecen culos en la pared de vuestra habitación, desde hace ya diez o veinte años, aunque nadie le haya dado una explicación concreta. Yo creo que acabarías acostumbrándote, y no te produciría ni miedo ni risa.
Otro ejemplo menos absurdo: los niños muy pequeños. Como algunos sabéis, he trabajado de Papa Noël en un centro comercial. Los bebés, o los niños que apenas han dejado de ser bebés, tienen dos reacciones al verme. La primera: Un señor muy grande y barrigón vestido todo de rojo y que me sonríe sin motivo aparente, qué gracia, me río. La segunda: Un señor muy grande y barrigón vestido todo de rojo y que me sonríe sin motivo aparente, qué miedo, lloro. Al ser los niños pequeños tan poco experimentados, han creado muy pocos esquemas mentales y una cosa tan simple como esa, para ellos que ni saben lo qué es Papa Noël ni han visto a mucha gente disfrazada, es un choque muy fuerte y cada uno reacciona a su manera. Sin embargo, los bebés realmente pequeños ni sienten ni padecen, es como si no vieran a Papa Noël: Ellos no tienen NINGÚN esquema mental, y por tanto les sorprende tanto un Papa Noël, como una persona normal, como un perro con cuernos y ruedas.

Entonces, ¿qué distingue al Terror del Humor? Tal vez el Terror tiene un complemento de amenaza, puede ser peligroso, mientras que en el Humor no suele haberlo. No lo sé, no soy psicólogo.


Y esa es mi teoría, refutadme.


Fin del comunicado.

sábado, 28 de febrero de 2009

Fragmento de Gorgias: Amor a la Filosofía

Antes de poner la entrada "real" en la que estoy trabajando, querría poner un texto del diálogo de Platón "Gorgias" sobre el amor a la filosofía que me pareció bellísimo. Espero que os guste:

[Habla Sócrates con Calicles, un sofista]:
Ahora tú y yo sentimos, precisamente, el mismo afecto; somos dos y cada uno de nosotros ama a dos objetos: yo a Alcibíades, hijo de Clinias (amigo y discípulo de Sócrates), y a la Filosofía; tú a los dos Demos: al de Atenas (el pueblo [démos] de Atenas) y al hijo de Pirilampes (probablemente el amado de Calicles). Me doy cuenta de que en ninguna ocsaión, aunque eres hábil, puedes oponerte a lo que dicen tus amores, ni a sus puntos de vista, sino que te dejas llevar por ellos de un lado a otro. En la Asamblea. si expresas tu parecer y el pueblo de Atenas dice que no es así, cambias de opinión y dices lo que quiere; también respecto a ese bello joven, el hijo de Pirilampes, te sucede otro tanto. En efecto, no eres capaz de hacer frente a las palabras ni a las determinaciones de los que amas, hasta el punto de que si, al decir tú lo que continuamente dices a causa de ellos, alguien se extrañara de que es absurdo, quizás le dirías, si quisieras decir la verdad, que si no hacen que tus amores dejen de decir esas palabras, jamás podrás cesar tú de hablar así.
Pues bien, piensa que es necesario oir de mí palabras semejantes, y no te extrañe que yo diga lo que he dicho, antes bien, impide que la Filosofía, que es mi amor, lo diga. Pues dice, querido amigo, lo que ahora me has oído, y es para mí mucho menos impulsiva que los otros amores. Porque este hijo de Clinias cada vez dice algo distinto; al contrario, la Filosofía dice siempre lo mismo. Dice lo que ahora te ha causado extrañeza [...], en consecuencia, refútalo o si lo dejas sin refutar, Calicles, no estará de acuerdo contigo sino que disonará de ti durante toda la vida. Sin embargo creo yo, excelente amigo, que es mejor que mi lira esté desafinada y que desentone de mí, y que igualmente el coro que yo dirija, y que muchos hombres no estén de acuerdo conmigo y me contradigan, antes que yo, que no soy más que uno, esté en desacuerdo conmigo mismo y me contradiga.
"Gorgias: 481 C - 482 D", Platón.

Para los que no quieran leerlo todo, lo que he puesto en negrita por sí solo es un resumen relativamente consistente del texto. A mí me gusta, no sé a vosotros...
Y en breve, la entrada de verdad. Esto es sólo copiar de un libro, pero ¿y lo bien que queda?

Fin del comunicado.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Falta de sueño

NOTA PREVIA: Este artículo ha sido escrito en dos "sesiones", con una separación de aproximadamente un mes entre una y otra. En la segunda no estaba afectado por la falta de sueño.


Son casi las 13:00 y aún no me he ido a dormir. Antes de hacerlo, quiero escribir algo sobre el estado de la falta de sueño en las mejores condiciones posibles.

Aunque evidentemente no dormir no es una droga, los síntomas (creo yo) son muy parecidos. Si hubiera una substancia que provocara este estado, sería una de las mejores y una de las peores drogas. No pienso hacer un análisis fisiológico/psicológico de la falta de sueño ya que no tengo los conocimientos para ello, y seguro que los hay muy completos y detallados. Tampoco voy a documentarme sobre el tema para hacer un compendio, y si eso es lo que queréis ¡id a llorar a la Wikipedia, carajo! Lo que viene a continuación es una descripción subjetiva de lo que siento cuando llevo mucho tiempo sin dormir.


Síntomas:

Físicamente, lo más notable (además del sueño, claro) es la "confusión estomacal". Noto una sensación casi constante de hambre, pero cuando como algo me sienta muy pesado y se me revuelve el estómago. La sensación de hambre y la de malestar después de comer son muy leves, nada que ver con el hambre real o el dolor de tripa real, sino más bien como una simulación de esas sensaciones. También siento cansancio general y dolor muscular (sobre todo en la espalda) provocados obviamente por la falta de reposo físico.


Los síntomas psicológicos sí que son curiosos:

La inquietud. Al contrario de lo que se podría pensar, me siento muy inquieto. Miro a todas partes como si fueran a haber cambiado en los segundos en los que no he mirado.

La extroversión. Tengo ganas de hablar con todo el mundo y contarle lo que estoy pensando, especialmente en contar cómo me siento actualmente por no haber dormido. Supongo que eso explica que esté escribiendo esto y que me muestre especialmente verborreico xD. Tal vez esto depende de mis circunstancias particulares, ya que la mayoría de las veces que he tenido falta de sueño he pasado la noche entera encerrado en casa. Al haber estado tanto tiempo despierto sin hablar con nadie es normal que quiera expresarme, y al ser el estado de falta de sueño tan interesante para mí, es normal que quiera hablar de ello.

La obsesión. Los más mínimos detalles son curiosos y merecen toda mi atención. Cuando venía a casa estaba pensando en esta misma entrada y en que escribiría que estaba pensando en ella cuando venía... y así hasta el infinito. También me da la impresión de que todo el mundo me mira... si noto, por ejemplo, que llevo mal colocadas las gafas, estoy mucho rato intentando colocarlas bien y mirando alrededor como si estuviera haciendo el ridículo de forma espantosa. Por otra parte, soy incapaz de salir de un único tema de pensamiento, le doy mil vueltas y lo enfoco de todas las maneras posibles.

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Fin de la primera parte. No aguanté despierto xD.
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La hiperreactividad. O hipersensibilidad. Todo se presenta a los sentidos como el doble de maravilloso. Si ves un paisaje que en un estado normal llamarías "bonito", con la falta de sueño te parece la cosa más bonita que has visto nunca. Ciertas canciones que tengo en mi ordenador y a las que no había dado demasiada importancia, me han emocionado sobremanera estando en esta situación. Todo se presenta mucho más "vivo", más real. No se capta sólo el aspecto exterior, sino también todo lo que ello implica. Todo lo que ha provocado que "eso" esté ahí.
Un ejemplo es que cuando volví a casa (antes de escribir la primera parte) estaba nevando, y miré un parque que hay en frente de mi casa. Con la nieve me pareció la cosa más maravillosa que había visto en mi vida. Esto ocurre tanto con sensaciones positivas (alegría, disfrute de la belleza) como con sensaciones llamadas negativas (tristeza, terror, extrañeza...).

La empatía. Que es una especie de altruismo. Al ver situaciones entre personas las percibes de forma completa, es decir, calibrando todas las situaciones que han dado lugar a eso. Vi, por ejemplo, a una madre hablando con su hija (de unos 10 años) y me pareció una escena muy tierna, como si hubiera visto la vida de esas dos personas y no percibiera sólo esa conversación sino también todos los disgustos y los momentos felices de ellas. Esto, si tu estado de ánimo es negativo también puede darse al contario. Es muy posible prejuzgar y estar muy irritable, creyendo ver aspectos malvados en las personas con las que te cruzas.


Y éstas son las sensaciones principales que he tenido con la falta de sueño. Hay una que no he tratado, porque rara vez he llegado a ESE punto y es la del Onirismo. Empezar a confundir los sueños con la realidad, pues estás en un estado en que no sabes si estás dormido o despierto. Este estado puede provocar alucinaciones muy vívidas y yo creo que es peligroso. Un relato genial sobre ese estado es "Ganas de dormir" de Antón Chéjov. Lo he buscado por Internet, pero no lo encuentro (si alguien sabe dónde encontrarlo, se agradece ;)).

Por último, un consejo a los insomnes. Si no podéis dormir durante toda una noche y no queréis (o no podéis) sufrir la falta de sueño, rentabilizad el tiempo que tengáis para dormir. ¿Cómo? Durmiendo en períodos cortos. Por ejemplo, si tenéis dos horas para dormir, divididlas en 6 periodos de 20 minutos. Despertaos cada 20 minutos y estad unos cinco despiertos, luego dormid otros 20. Parece absurdo, pero he comprobado que se descansa mucho más en 6 períodos de 20 minutos separados que en 2 horas seguidas.

Fin del comunicado.
(No, en esta entrada no hay chistes).

jueves, 12 de febrero de 2009

El tiempo no perdona

Aquí va un pequeño relato de difícil comprensión por sí solo. Estoy escribiendo una continuación, y según como vaya saliendo quizás acabe siendo una micro-novela (con énfasis en lo de "micro") que publicaré periódicamente. A ver qué os parece:


El tiempo me da una bofetada.
Un paso, otro, otro más.
La humedad a través de mi piel. Siento frío, pero el tiempo no perdona.
Me duelen las piernas, los pies me arden, la cabeza me da vueltas.
Quisiera tirarme a un lado del camino y dormir, descansar, caer sin fin. Pero el tiempo no perdona.
Otro paso, seguro que el siguiente ya es el último.
Tropiezo y caigo. Noto el olor a tierra y a lluvia. Trago barro y lo encuentro sabroso. Quisiera no levantarme y tragar barro hasta la saciedad. Pero el tiempo no perdona.
Alzo una rodilla y una punzada me hace gritar. Un trueno me responde, pero no entiendo lo que dice. Me resulta gracioso hablar con una tormenta, y al mismo tiempo siento un profundo odio por el clima. Mataría al clima si tuviera una pistola.
Finalmente consigo levantarme. Siento que se alivia mi dolor ligeramente y me encuentro un poco menos cansado. Tengo que caerme más a menudo, pienso, pero descarto la idea porque el tiempo no perdona.
Otro paso, sólo otro paso. Y después viene el siguiente, y el siguiente, y el siguiente....
Ahora la lluvia es más fuerte. Le estoy cogiendo cariño al frío. Incluso le haría el amor si no estuviera tan cansado.
El agua repiquetea contra mi cuerpo y contra el barro, y cada cierto rato suena un trueno. Sin embargo, siento un insoportable silencio. Grito y canto incoherencias. Tal vez se me ha olvidado cómo articular palabras, me da miedo comprobarlo. De tanto gritar me duelen los pulmones, y jadeo. Quisiera pararme a coger aire, pero el tiempo no perdona.
Otro paso, no debe quedar mucho para el final.
Me escuecen los ojos, será que llevo demasiado tiempo vivo. Tengo sed, pero temo que si bebo lluvia será peor.
No soporto la incertidumbre y echo a correr. Ahora los pasos van demasiado rápido como para contarlos. Una oleada de dolor sube desde mis pies hasta mi cabeza, y sigue subiendo por encima de mí. Hasta el aire, hasta las nubes, hasta la bóveda celeste, hasta Saturno.
El dolor baja de golpe a mi tobilloy caigo al suelo. Noto como la boca me sabe a sangre. Me calma la sed, pero no el dolor. Debo haberme roto el tobillo.
Yazco sin poder levantarme. Oigo como el tiempo se acerca.
El tiempo no perdona.
No perdona.
Y conmigo no hará una excepción.

INSCRIPCIÓN ENCONTRADA EN LA PARED DE UNA CELDA VACÍA EN UNA PRISIÓN DE L.A.



Dato curioso: Para poner "yazco" busqué la conjugación del verbo "yacer" y resulta que yazco, yazgo y yago son correctos xD.

Fin del comunicado.

martes, 10 de febrero de 2009

Reflexiones de un fumador

¡Hola, hola!

Primero, una disculpa por el increíble y tormentoso retraso. Confío en que haya gente que todavía me lea, a pesar de actualizar cada tanto tiempo ^^U. Y aquí va esta chorrada, que si estáis atentos, veréis que es una entrada de relleno mientras termino otras cosas más interesantes que tengo escritas a mitad desde hace semanas:

El mundo no está hecho para los fumadores, mi teoría es que la mitad de los que planificaron las calles en Madrid eran ex-fumadores, y a la otra mitad les había dejado una novia que fumaba. Me explico: Yo, como muchos fumadores, "calculo" el tiempo que tardo en llegar de un sitio a otro en cigarros. Me aburre caminar si no fumo. Entonces... desde mi casa hasta el metro que cojo habitualmente me da tiempo a echarme un cigarro exacto. Desde mi casa hasta la casa de mi abuela tardo otro cigarro. Hasta ahí todo bien. Peeero... desde mi casa hasta otra estación de metro a la que voy a veces, ¡hay cigarro y medio! ¿Qué demonios se supone que tengo que hacer, entonces? ¿Dejar un cigarro a medias? ¿Entrar fumando en el metro? Pero la cosa no termina ahí... desde el metro de Ciudad Universitaria hasta mi facultad hay un cigarro y tres cuartos, y ahí la cosa se complica. Con cigarro y medio de de distancia, puedo encenderme un solo cigarro algo más tarde, pero con cigarro y tres cuartos tengo que esperar más tiempo.
Por todo esto, hago un llamamiento: ¡Señores urbanistas, los fumadores somos los ciudadanos con la vida más corta! ¡Hagan que el poco tiempo que tenemos sea más fácil!

Imagino que esta entrada desembocará en comentarios sobre que deje de fumar *mirada aviesa a dos enanitas malignas*, así que para intentar evitarlo... daré razones por las cuales fumo. (Tal vez recuerden este formato humorístico de otras entradas como "Razones por las que visto de negro". Esto se debe a la poca originalidad y ganas de escribir del autor. Para cualquier reclamación al respecto, envie un sobre con ántrax a su propia dirección postal):

1- Por razones de comodidad biológica: Si tengo hambre y no tengo comida, fumo y se me pasa. Si tengo sed y no tengo agua, fumo y se me pasa. Si tengo sueño y no tengo tiempo para dormir, fumo y se me pasa. Me creo una necesidad añadida que no tendría si no quisiera, pero eso me sirve para satisfacer otras necesidades intrínsecas a mi organismo.

2 - Por solidaridad: El tabaco es uno de los productos con más impuestos. Esos imppuestos pagan VUESTRA seguridad social. Conclusión: perjudico mi salud para mejorar la de todos los demás.

3 - Por vocación: Si sigo fumando mucho tiempo acabaré tosiendo sangre, como Raistlin. No puedo dejar escapar esa oportunidad, Raistlin mola.

4 - Por estilo: Shogo Kawada fuma, y Shogo Kawada (de Battle Royale) es el mejor personaje que jamás ha habido en un Manga, y además mata con mucha facilidad. Si dejara de fumar él nunca me lo perdonaría.

5 - Por sarcasmo: Es el único producto que lo compras a precio de oro y pone en la caja: "Puede producir una MUERTE LENTA Y DOLOROSA", es muy gore.

6 - Por aislamiento: No puedo permitir que la contaminación creada por otros empeore mi salud, quiero mi propia contaminación y la quiero ahora.

y 7 - Por misterio: Estar siempre rodeado de humo da un aire "guay".


Fin del comunicado.

jueves, 8 de enero de 2009

La habitación oscura

Aquí traigo un relato corto que escribí en el Metro:

Me despierto y sólo veo oscuridad. Parpadeo varias veces, pero mis ojos no ven nada. Estiro las manos por encima de mí y sólo toco un aire caliente y asfixiante. Me remuevo, me estremezco. ¿Dónde estoy? Intento ponerme en pie y caigo a un suelo duro. De rodillas me arrastro sin ver hasta que mi cabeza choca con suavidad contra una pared. Palpándola, me incorporo con cuidado. El tacto de la pared es rugoso. La golpeo, la empujo, le doy patadas, pero la pared no cede. ¿Dónde estoy? Respiro profundamente y el calor del aire me hace toser. ¿Dónde me han metido?
A tientas, intento encontrar una salida y sólo encuentro más pared, trozos de madera y una placa de vidrio.
¿Y si... y si sufrí un ataque cataléptico y me enterraron en la cripta familiar?
-¡Estoy vivo! -grito con todas mis fuerzas- ¡Estoy vivo! ¡Estoy vivo! -una y otra vez, hasta desgarrarme la garganta- ¡Estoy vivo!
De los gritos paso al llanto, nadie me ha oído. Me apoyo en la pared y respiro despacio el aire tórrido. Intento calmarme.
Si me hubieran enterrado, habría sido dentro de un ataúd, no sólo con una mortaja.... Entonces ¿qué? ¿Qué es este habitáculo?
Recuerdo... no me faltan enemigos, podría ser una venganza de cualquiera de ellos. Aun así, parece demasiado cruel un encierro hasta la inanición -incluso para ellos. Quizá estoy secuestrado y quieren algo de mí o de mi familia.
Llamo con esfuerzo a mis posibles secuestradores, dejando la poca voz que me quedaba. Grito hasta que me arden los pulmones, hasta toser, hasta asfixiarme. Pero nadie responde.
Agotado, me dejo caer de espaldas sobre la pared contigua a la placa de vidrio y noto un contacto en mi espalda. Oigo un "clic" y una luz fulgurante me ciega por un segundo, y luego me deja ver...
...mi propia habitación. Es la última vez que duermo con las persianas cerradas.

Fin del comunicado.
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