miércoles, 25 de marzo de 2009

Reivindicación lingüística

Escasez de ideas, que se ve reflejada en la escasez de entradas. Tendréis que perdonarme.

Querría reivindicar el valor de dos de las palabras más hermosas en nuestro (no-demasiado-valioso) idioma.

La primera es "amante". Esta palabra se usa como algo sucio, que implica una infidelidad. La persona con la que se acuesta un esposo a escondidas de su esposa (o vice-versa). Y es simplemente ESO: con la que se acuesta. No es sólo que se reduzca el bellísimo concepto del amor al sexo, que ya está mal, es que además implica un engaño a otra persona. Amante significa "el que ama". Si ahora significa "el señor con el que Juana le pone los cuernos a Juan" es por el puritanismo de esta sociedad fría y miserable que considera que el amor nunca culmina en compromiso, que el amor es calenturiento, desenfrenado e insensato. Si usamos de manera tan perversa la palabra "amante" es porque hemos aplastado a Platón bajo una tonelada de programas del corazón.
Yo he caído también en el imperdonable acto de devaluar un término tan bello, pero no volveré a hacerlo. Y os pido a vosotros que tampoco lo hagáis, y que cuando os enamoréis os llaméis a vosotros mismos "amantes", y cuando las señoras que pasen al lado os miren con desprecio, las miréis con el orgullo del que sabe qué dice.

La segunda palabra es parecida: "amable". Es menos flagrante lo que ha pasado con esta palabra, porque no se la ha pervertido, sólo se ha reducido su valor.
Cuando alguien te pide la hora y se la dices, a menudo te responde "muy amable". Lo que se traduce en: "es usted muy capaz de ser amado". ¿Qué coño sabe de mi nivel de amabilidad por que le diga la hora? Una persona amable tiene que ser buena, sabia, y poseer ese tipo de cualidades, al menos por encima del grado en que las posee el que ama. Por decirle la hora a alguien no puede saber si soy "amable" para él o no. Se toma esa palabra, capacidad para ser amado, como un concepto social convencional equivalente a "educado", cuando realmente la amabilidad es la mejor cualidad que puede poseer una persona.

La próxima entrada será un consejo para los que quieran aprender un nuevo idioma, dando mi opinión personal sobre el valor de los idiomas que conozco en distintos aspectos. El resumen es: no estudies francés.

¿Por qué de repente me centro en los idiomas? Citando una famosa frase de Jesucristo: I'm feeling filologist, buddy.

Fin del comunicado.

martes, 10 de marzo de 2009

El tiempo no perdona (2)

Segundo (micro)capítulo de esta (micro)novela. Espero que os guste.



New York, February 2nd, 1979


Lillian también se despertó temprano esa mañana, tenía mucha, mucha prisa. Tomó dos cafés solubles en tazas distintas, para no perder tiempo calentando la leche y se duchó con agua fría, ya que tardaba demasiado en calentarse.
Salió corriendo de su casa y llamó al ascensor.
"¡Vamos, vamos, vamos!" le gritó, pero el ascensor la ignoró completamente mostrando una descortesía muy impropia de un ascensor. Así que tuvo que bajar corriendo las escaleras de los ocho pisos de su edificio. En el último tramo se tropezó, y no cayó al suelo gracias al solícito portero, que la sostuvo con facilidad cuando la vio.

-Gracias, Robinson- dijo ella.
-De nada seño...

Lillian no llegó a escuchar el final de la frase y siguió corriendo a la puerta de su edificio. Al salir a la calle llovía y hacía frío, pero ella compitió con las gotas corriendo rápidamente hasta la parada del autobús, que la llevaría al nderground, que la llevaría a otro underground, donde tendría que coger otro autobús que la llevaría (por fin) a su maravilloso trabajo de camarera en un Starbucks recién abierto.
A la salida del segundo underground vio un cartel que llamó poderosamente su atención: "The importance of being Ernest". ¡Le encantaba esa obra! Desgraciadamente nunca había tenido la oportunidad de verla representada. El tiempo se detuvo cuando ella paró a mirar el cartel. No conocía a los actores ni a la compañía, pero el director tenía muy buena fama. Sería genial poder ir a verla... desde que empezó a trabajar no había tenido ni un momento para ir al teatro. Cogió un bolígrafo para apuntar la dirección del teatro, pero la multitud la arrastró y le recordó que llegaba tarde a trabajar.
Por suerte, no tuvo tiempo de lamentarse por ello pues desde la hora de entrada hasta el principio de la tarde no tuvo más que diez minutos libres, que empleó en comer algo para no desfallecer. El local estaba especialmente atestado de clientes, y todos con nombres aburridos que le quitaban toda posibilidad de usar algo de creatividad al escribirlos en los vasos.
Cuando salió de trabajar, agotada y aburrida, ni se fijó en el cartel de su obra de teatro volviendo a casa.

Cuando llegó al portal, Robinson la saludó con su sonrisa perfecta.

-Buenas tardes, señorita.
-Buenas tardes Robinson -Lillian sonrió, cansada.
-Debería tener más cuidado cuando baja las escaleras. Es más rápido intentar bajarlas todas de golpe, pero mucho más peligroso.

Lillian rió. Robinson era la única persona que la hacía reir a lo largo de su día. Era un chico simpático, y aunque no era demasiado guapo, a ella le parecía que su sonrisa eterna y sus ojillos traviesos eran más sinceros y bellos que la mayoría de los que había visto nunca. Tendría aproximadamente su edad, veinticinco años, pero él parecía más joven. Lillian estaba siempre tan cansada que aparentaba ser mucho mayor.
En estas reflexiones se encontraba la chica cuando se percató de que llevaba tres minutos callada mirando a Robinson.

-¿Se encuentra bien, señorita?
-Sí, sí... sólo estoy cansada -llamó al ascensor, que con su carácter impertinente llegó demasiado pronto- Hasta luego.
-Hasta luego, señorita.

"Cómo odio a este maldito ascensor", pensó Lillian.
Cuando entró en casa, miró con avidez el libro de "Italian poetry" que llevaba meses intentando leer, pero su jornada laboral estaba lejos de acabar. Últimamente enviaba un artículo diario (mal llamado "de opinión") a un periodicucho. Al principio el trabajo la entusiasmaba, pero pronto se dio cuenta de que en el periódico no pedían que diera su opinión, sino que transmitiera la del redactor jefe. Después de que le rechazaran muchos artículos, decidió someterse a la dura mano del "criterio editorial", así que su trabajo las últimas semanas había sido coger una noticia del día anterior y ponerle un par de notas que parecieran transgresoras y, en realidad, fuera lo mismo con otras palabras. Se sentó frente a su máquina de escribir y pasó horas pensando sobre qué escribir.
Cuando quiso darse cuenta, eran las 7 p.m. y la redacción del periódico cerraba a las 8. No tenía escrita ni media columna, así que lo culminó con varios tópicos. Con un poco de suerte, los lectores no se daban cuenta de que ya los había usado la semana pasada en un tema radicalmente distinto. Cogió su anodina hoja y salió de su casa a toda prisa. Apenas saludó a Robinson, por la tarde "sólo" tenía que coger tres autobuses. En el trayecto, vio de nuevo el cartel de "The importance of being Ernest" y le dio tiempo de apuntar el número de teléfono. Sonriente, llegó a la redacción y entregó su artículo.

De vuelta a su casa pensó que no quería ir sola al teatro. Tal vez Robinson quisiera acompañarla... sería una oportunidad perfecta para conocerlo mejor. Además, tenía entendido que a Robinson le gustaba Wilde, o algo así recordaba de una conversación pasada.
Decidido, iría con el portero al teatro.
Cuando llegó a su portal, se dio cuenta de que la jornada de Robinson ya había terminado.
"No pasa nada... mañana por la mañana se lo propongo".

Al día siguiente, su despertador no sonó y ella llevaba demasiada prisa como para decirle nada al portero. Otro día de trabajo la fatigó sobremanera, y se olvidó por completo de sus planes.

Pasadas dos semanas, poco después de comer, abrió un cajón de su mesilla de noche y se encontró el papelito en el que había apuntado el número del teatro. Ansiosa, llamó.

-Teatro "The fourth wall", ¿dígame?
-¡Hola! Quería encargar una... no, dos entradas, para "The importance of being Ernest".
-Lo lamento mucho. Se han acabado las entradas para todos los pases.
-Pero... ¿no queda ninguna entrada? -Lillian tragó saliva y se atragantó.
-No, lo siento.
-Vale... muchas gracias... -la muchacha colgó.

Se levantó, pálida y rígida, y fue al salón. Una vez ahí se tiró al suelo, demasiado cansada para pensar, demasiado triste para llorar.


Fin del comunicado.

lunes, 9 de marzo de 2009

Perí Mousiké

¡Buenas!

Aquí traigo unas reflexiones sobre la Música. Tengo la intención de buscar una relación entre Ética y Estética, y con eso y estas reflexiones, escribir algo sobre Ética. De momento, simplemente un par de cositas sobre armonía.

Una nota por sí sola no es bella, alegre ni triste. Si tocas Do, es un tono sin más. Si al cabo de un rato tocas Mi, más de lo mismo. Sin embargo, si tocas Do-Mi-Sol simultáneamente o en sucesión rápida, se aprecia armonía y una cierta belleza (simplísima). Estas tres notas juntas suenan alegres, en cierto modo. Si probamos a bajar el Mi en un insignificante semitono, se esfuma el carácter alegre de las notas y suena triste. Do-Mi-Sol es alegre, Do-Mib-Sol es triste.

En una sucesión más larga de notas: Do-Mi-Sol-Mi-Do. Es alegre. Poniendo bémoles en los dos Mi es triste. Poniendo bémol en uno solo de los Mi es inarmónico y suena feo.
Lo que suena "alegre" se llaman "tonalidades mayores" y lo que suena "triste", "tonalidades menores". En una pieza alegre, subiendo un semitono a unas poquitas notas se vuelve triste, y viceversa.

¿A dónde quiere llegar Feldkhon con todas estas chorradas?, os preguntaréis. Bien, cuando encuentre la relación entre Ética y Estética (que la hay, estoy convencido), comprobaré muchas de las cosas que sospecho. A saber: que un acto en sí no es ni bueno ni malo, sino que depende de su objetivo y su causa (la nota que va antes y la que va después, según la metáfora musical). Que un pequeño cambio en una sucesión de acciones cambia completamente el carácter, tanto de alegría a tristeza como de bueno (bello) a malo (feo). Y que en ambas disciplinas hay cosas inmutables, indiferentes de toda influencia cultural.

Por otra parte, sobre mi anterior artículo demostraría que causas muy parecidas, como el Humor y el Terror, pueden tener consecuencias contrarias basándose en diferencias minúsculas, sólo perceptibles por su efecto y no por su esencia.

Ah, sí, ésta es otra de esas entradas de relleno mientras preparo algo serio. Me siento mal si estoy tanto tiempo sin actualizar.
Sé que tengo comentarios sin responder, pero los responderé cuanto antes.

Un abrazo y dos patadas.

Fin del comunicado.

jueves, 5 de marzo de 2009

Humor y Terror: ¿dos caras de la misma moneda?

Hallo, meine Freunde!

¿Por qué escribe esto Feldkhon en alemán? ¿Es ahora un pedante que finge ser políglota? ¿Está emocionado porque estudia alemán y se cree que ya sabe algo? ¿Se ha vuelto (más) loco? ¡No! Escribo en alemán por referencia a Freud, que era alemán, y porque la palabra "Freund" se parece mucho a "Freud". ¿Y por qué Freud? Porque voy a escribir otro artículo pseudo-psicológico. ¿Y será basado en la psicología Freudiana? ¡No, pero así me sirve para hacer una introducción!
¿Veis como todo puede tener una explicación absurda si buscamos lo suficiente, queridos lectores?
Aunque, para inmenso deleite, jolgorio y algarabía (me encantan estas palabras) de mis (4) lectores, esta entrada tendrá mucho más de pseudo-filosofía que de pseudo-psicología.

¿Qué es el humor? ¿Por qué algo nos hace gracia? Repasemos los chistes más básicos: "Van dos en una moto y se cae el del medio por la ventanilla". Dudo mucho que a estas alturas le haga gracia a alguien este chiste, sin embargo ha resultado muy gracioso para algunos que lo hemos oido por primera vez siendo pequeños. ¿Por qué algo tan tonto puede ser gracioso? Si hay dos, no puede haber uno en el medio: primera ruptura con los cánones de la Realidad. Si es una moto, no hay ventanilla: segunda ruptura. Este chiste es gracioso porque es raro, ocurre algo que no es lo que debería ocurrir según nuestras experiencias anteriores y nuestra razón. Pues bien, mi hipótesis es que TODO el humor se basa en este principio: la extrañeza.
Vayamos a un chiste más "elaborado", del repertorio de nuestros maravillosos Luthiers (si alguien no los conoce, ¡buscadlos en Youtube! ¡YA!). En su "Concierto para piano y orquesta", Carlos Núñez Cortés está al piano. Comienza a sonar armoniosamente la orquesta, y en el momento de la entrada del piano, Carlos toca unos intensos acordes hacia arriba. Es decir, no toca en el piano sino que da la vuelta a las manos y toca el aire que hay por encima de las teclas. Esto ocurre porque tiene la partitura al revés. Cualquiera que haya visto este vídeo seguramente se haya reido a carcajadas en esta parte. ¿Por qué? Esto es lo que yo opino: La belleza de lo que toca la orquesta antes que él es una estructura muy armónica, creando un "ambiente" de estructura clásica, en la que todo debería sonar a la perfección. Los que hemos visto muchos espectáculos de Les Luthiers, nos imaginamos que lo que va a pasar es que va a tocar las notas equivocadas (al estar la partitura al revés, unas notas parecerían las contrarias) o que va a tocar fuera del teclado porque ve notas demasiado agudas. Esto ya nos habría parecido gracioso, pero ocurre algo absolutamente inesperado: toca hacia arriba. No cabe en la mente de ningún pianista (o simplemente, de cualquier persona que sepa lo que es un piano) que una partitura pueda indicar que hay que tocar hacia arriba. No es simplemente algo distinto a lo que se espera, es algo inconcebible, incréíblemente absurdo. Yo creo que por eso es tan gracioso. Sin embargo, no le haría ninguna gracia a alguien que no sepa lo que es un piano, pues no tiene ningún esquema mental al respecto.
Por último, un ejemplo mucho más básico: ¿Por qué nos produce cierta gracia cuando alguien se tropieza? No creo que sea por sadismo (espero que no lo sea). Lo normal es que las personas estén andando en vertical, pero cuando alguien se tropieza... ¡de repente está en horizontal! No es algo especialmente gracioso porque hemos visto muy a menudo a gente tropezándose y sabemos cómo pasa eso, sin embargo creo que todo el mundo siente una cierta hilaridad cuando ve a alguien tropezarse, porque no es lo que debería pasar. Sin embargo... cuando vemos que una caida es demasiado aparatosa, no nos reímos, sino que nos preocupamos y nos entra miedo por lo que le pueda haber pasado a esa persona. Esto puede (no estoy completamente seguro) conectar con mi segunda hipótesis.
Así que por todo esto, creo que el humor es simplemente salirse del esquema esperado. Por eso, el chiste de mi querido Buey Tonto "un árbol en una casa", aunque sólo podía hacerle gracia a un niño (un niño especialmente inocente, de hecho) toca el principio más básico del Humor.

Vayamos ahora con el Terror. No hablo del miedo cuando, por ejemplo, se corre un peligro. No estoy convencido de que sea distinto al Terror, pero como ahí se juntan asuntos como el instinto de supervivencia, prefiero no tratarlo.
Me refiero al Terror que, por ejemplo, se trata en el arte, o el que se siente cuando la propia integridad no está directamente amenazada. Se ha dicho muy a menudo que "se teme lo que se desconoce"... yo no conozco el swahili, y no me aterroriza oir hablar en ese idioma.
Pondré unos ejemplos de terror en el cine: En "El Exorcista", por ejemplo, la poseída demuestra don de lenguas y habla muy rápido en un idioma desconocido (a ver si me estoy equivocando de película xD). Alguien que hable muy rápido un idioma que no conozcas no da miedo, pero la habilidad de hablar TAN rápido es inalcanzable en un momento, así como el conocimiento de ese idioma. Eso asusta. Por otra parte, cuando gira la cabeza y le da varias vueltas, da miedo por lo raro.

Por eso, creo yo que del Humor al Terror hay un paso. Mirad este cuadro de Magritte: http://www.lems.brown.edu/vision/people/leymarie/Images/Paintings/Magritte_pomme.jpg
Es un señor con una manzana en la cara. En cierta manera es gracioso, pero por otra parte proporciona un sentimiento de intranquilidad.
Poniendo un ejemplo estúpido: Imaginad que entráis en casa, como todos los días, vais a vuestra habitación y os encontráis con que hay un CULO en la pared (lo pongo en mayúsculas para que la gente que busque culos y tetas por Internet llegue al blog :P). Sé que parece absurdo, pero intentad imaginarlo. ¿Os darían ganas de reir u os asustaríais? Probablemente no sabríais cuál de las dos cosas hacer. Sin embargo, poneos en la situación de que de vez en cuando aparecen culos en la pared de vuestra habitación, desde hace ya diez o veinte años, aunque nadie le haya dado una explicación concreta. Yo creo que acabarías acostumbrándote, y no te produciría ni miedo ni risa.
Otro ejemplo menos absurdo: los niños muy pequeños. Como algunos sabéis, he trabajado de Papa Noël en un centro comercial. Los bebés, o los niños que apenas han dejado de ser bebés, tienen dos reacciones al verme. La primera: Un señor muy grande y barrigón vestido todo de rojo y que me sonríe sin motivo aparente, qué gracia, me río. La segunda: Un señor muy grande y barrigón vestido todo de rojo y que me sonríe sin motivo aparente, qué miedo, lloro. Al ser los niños pequeños tan poco experimentados, han creado muy pocos esquemas mentales y una cosa tan simple como esa, para ellos que ni saben lo qué es Papa Noël ni han visto a mucha gente disfrazada, es un choque muy fuerte y cada uno reacciona a su manera. Sin embargo, los bebés realmente pequeños ni sienten ni padecen, es como si no vieran a Papa Noël: Ellos no tienen NINGÚN esquema mental, y por tanto les sorprende tanto un Papa Noël, como una persona normal, como un perro con cuernos y ruedas.

Entonces, ¿qué distingue al Terror del Humor? Tal vez el Terror tiene un complemento de amenaza, puede ser peligroso, mientras que en el Humor no suele haberlo. No lo sé, no soy psicólogo.


Y esa es mi teoría, refutadme.


Fin del comunicado.
Creative Commons License
Infinitos Múltiples by Feldkhon is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-Sin obras derivadas 3.0 España License.
Based on a work at infinitosmultiples.blogspot.com